El maltrato y el acoso
que sufren algunos menores es algo que puede evitarse con una buena
intervención a tiempo y prestando atención a todos los indicios que muestren
esta situación.
Muchos son los niños que
sufren en silencio el fenómeno del bullying
cada día en la escuela sin que ni los profesores ni sus padres se alarmen. En
muchos casos, los signos pasan inadvertidos y en otros casos, se les resta
importancia… “Es cosa de niños”. Sin embargo, las consecuencias negativas que
produce este tipo de acoso en los menores, tanto a corto como a largo plazo,
pueden influir en numerosos ámbitos de su vida: a nivel académico, personal,
afectivo, social, laboral, etc.
Las victimas del acoso suelen
presentar símbolos claves a lo que debemos estar atentos: pierden o se
deterioran sus pertenencias escolares, aparecen con golpes y rasguños de forma
frecuente, no quieren salir ni se relacionan con sus compañeros, no acuden a excursiones o cumpleaños, quieren ir
acompañados a la entrada y a la salida y
protestan o se niegan a la hora de ir al colegio.
Los profesionales de la
educación, y en este caso centrándonos en la figura del educador social, tienen
el papel de estar atentos a este tipo de indicios y de informar a los padres
sobre la importancia de observar estos detalles. Así mismo, deben concienciar a
los menores sobre la peligrosidad del acoso y promover entre ellos la empatía
para que sean capaces de comprender como se sienten las victimas del bullying.
Hay que insistir en la idea de que no son casos aislados y que es un tema de
gran importancia sobre el que hay que intervenir.
También es importante que
los menores sepan qué hacer cuando
presencian una situación de acoso.
Algunas pautas que se deben seguir son:
hacer que el agresor sepa que está haciendo algo mal, insistir en que pare,
avisar al adulto más cercano, hacer que
la víctima se lo cuente a sus padres o tutores, ofrecer a la víctima hablar con alguien en su nombre si
él no se atreve, no vengarse del agresor por medio de la violencia.
En lo que se refiere a la
víctima es importante intervenir con ella y aconsejarle sobre cómo debe actuar
ante el agresor. Algunas pautas a seguir son: ignorar al agresor, no mostrar
signos de que te afecta, responder al agresor con tranquilidad y firmeza,
tratar con humor la situación, alejarse del agresor si se prevé peligro y
acudir a un adulto.
Para detectar una
situación de acoso, el educador social debe prestar especial atención a los
siguientes indicios:
- La relación de los alumnos en los pasillos y en el
patio. Los peores momentos ocurren cuando
no hay profesores delante.
- Las pintadas en las puertas de los baños y paredes.
- La no participación habitual en las salidas.
- Darle importancia a las risas o abucheos repetidos
hacia determinados alumnos.
- El absentismo a clase.
- Estar atento a aquellos alumnos que sean
diferentes.
- Quejas de un menor por ser insultado numerosas
veces.
- Falta de los materiales de algún menor con mucha
frecuencia.
- Cambios de
ánimo inexplicables.
- Escasas relaciones con los compañeros.
- Evidencias físicas de violencia de un menor.
- Variaciones del rendimiento escolar de un alumno.
- Quejas de los padres puesto que su hijo se niega a
ir a la escuela.
Todo esto son indicios de
una posible situación de bullying, pero no hay que esperar a que se den todos
los puntos, sino que a la mínima muestra es conveniente intervenir para
frenarlo, antes de que la víctima se haya visto superada por el acoso.
Otra función muy
importante del educador social en este ámbito, no es sólo frenar la situación
de acoso y aconsejar a la victima y a su entorno sobre como deben actuar, sino
que también es necesario trabajar directamente con la victima a nivel personal
temas como la autoestima, la inseguridad, la incapacidad para interaccionar con
los demás, etc.
Por otra parte, para que
no vuelva a repetirse, también podría ser interesante trabajar con el agresor
con el fin de que reflexione y llegar a la causa de su comportamiento, que
habitualmente suele ser la envidia y la falta de autoestima que intenta
cubrirse sintiéndose superior al resto.
En definitiva, el acoso
que sufren los menores no son casos aislados sin importancia, sino que es algo
muy grave sobre lo que se debe informar, concienciar e intervenir. Para ello,
el papel del educador social frente a estas situaciones es fundamental, porque
representa el apoyo que necesita el menor para mediar entre él y su agresor.
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